SOBRE EL DERROTERO DE NUERTRO TEATRO NACIONAL...

Foto por Lyri (vea otras fotos en Flickr)

Por una industria teatral en el 2008

Por Javier del Valle

Especial para El Vocero

Ya es casi una muletilla la constante referencia a una alegada crisis teatral en la escena nacional. De boca de artistas, productores y técnicos escuchamos el reclamo de primera mano.
¿Será posible que exista tal crisis, o es que los “hábitos de consumo cultural” han cambiado, así como lo han sucedido en otros sectores? Los que hemos estado atados al teatro por las últimas tres décadas, recordamos cómo se abarrotaban las salas en los ’80, con piezas que respondían a un público “de teatro”. Con esto me refiero al teatro de autor, de director, experimental o clásico.
En esos días, una decena de funciones de “El Rey Lear” de Shakespeare, en el Teatro de la Universidad de Puerto Rico (2,044 butacas antes de remodelado), no daba abasto. El escándalo mediático por la puesta de “Contradanza” de Francisco Ors, protagonizada por Teófilo Torres, llenó palcos y plateas. Las propuestas de Rafael Acevedo, tan cuidadoso al momento de escoger un texto, aseguraban una taquilla saludable con títulos como “Los Físicos” de Friedrich Dürrenmatt o “La Celestina” de Fernando de Rojas. Asimismo, los clásicos puertorriqueños tenían un apoyo que superaba el requisito escolar.
Estas propuestas hoy no llenan salas. Prueba de ello es el fracaso en los niveles de asistencia en los festivales de teatro del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP). Esta afirmación nos lleva a la reflexión sobre la realidad de nuestra industria teatral. ¿Ha sufrido nuestro paladar escénico una considerable transformación? ¿Se está utilizando las herramientas de divulgación de manera efectiva por los gestores del teatro? ¿Se han enterado otros sectores de las grandes posibilidades de desarrollo al apoyar la gestión cultural, y en especial al teatro?
La comedia con ribetes de vodevil y la cosa cabaretera, han encontrado su lugar durante la última década. Amor en la Hamaca, El Cuernito, la comedia de Luís Raúl, Raymond Arrieta, Maneco, versiones teatrales de programas de radio y televisión como Club Sunshine, TV Ilegal, La nueva X, etcétera, marcan los record de taquilla. La mayoría de los elencos de estos espectáculos se nutre de reconocidas figuras (no necesariamente actores), de la televisión. Nada nuevo. Aquellas propuestas de hace par de décadas, arrastraban público desde la saludable oferta novelera boricua. Antes el drama; hoy la comedia: un eco de la realidad de nuestra televisión existente.
Ante la alarma de un sector de la producción teatral, se evidencia un crecimiento en la creación de grupos y la apertura de nuevos espacios para la representación. Los tiempos de El Café de Vicente, Tony’s Place, Casa de Teo y El Escenario, se sustituyen quince o veite años después con Taller Cé, Café Araba o Café Seda. El flyer evoluciona en el postcard, el Myspace y el Facebook. Mientras los medios evolucionan, los lenguajes son similares.
El hecho de que ocurran cambios o transformaciones significativas, no debe ser concluyente de que vivimos en medio de una debacle. Es momento de transformar nuestros medios para llevar a la gente al teatro. Los sectores con posibilidades de desarrollo están tan enajenados como los mismos teatristas.
Hay que enterar a los políticos de que se puede apostar por el enriquecimiento de la actividad teatral y que se le considere un sector estratégico, con grandes posibilidades de crecimiento.
Da gusto escuchar entre copas a burócratas y políticos mientras hacen alarde de cuanto teatro presenciaron en su último viaje a Nueva York, Europa, o Las Vegas. ¿Cuántos estudios han ordenado los directivos de la Compañía de Turismo para conocer la viabilidad de incentivar al teatro para que forme parte del crecimiento económico del país? Debemos suponer que los turistas hacen algo más productivo en las noches que beber “Rones de Puerto Rico” o comer mofongo.
Del crecimiento del teatro se benefician restaurantes, discotecas, la industria de licores, tintorerías, ferreterías, estacionamientos, medios de comunicación y más. Apostemos por una industria y no veamos en el teatro un sector cuyo auspicio es pura beneficencia, pues además del enriquecimiento cultural, podemos disfrutar del enriquecimiento económico. Quizás los gustos han variado pero el teatro sigue vivo.