El Hombre elefante en Teatro Diplo
El drama que viven las personas con limitaciones físicas, deformidades anatómicas o apariencias que se salen de “la regla” es una realidad deshumanizante. Hoy día el mundo del entretenimiento se lucra con peleas de enanos, comedias de gordos y noticiarios “de impacto” que reportan gente con tres piernas o dos cabezas.
El conocido drama de Bernard Pomerance “El Hombre Elefante” es la nueva oferta del Teatro Diplo que ubica en la ciudad universitaria de Rio Piedras y que presenciamos la pasada semana.
El interés de miembros de la comunidad científica en estudiar el caso de ‘Joseph Merick’(Moncho Conde), quien con su padecimiento vivía una vida de sufrimiento, pretende devolverle un poco de dignidad a su existencia. . “Merick” llegó a ser exhibido como una frívola atracción de circo. Más allá de mostrar sus capacidades intelectuales, el llamado “Hombre Elefante” ansiaba revelar su lado más humano; el afectivo.
“¡Soy un ser humano!” es el reclamo que con dolor hace el personaje central de la versión del drama traducido con efectividad por Waldo Torres y dirigido por Luis Oliva. Este grito de humanidad es el llamado que trasciende a nuestros días, en que los medios masivos se valen de las debilidades humanas para presentarnos los viciados “reality shows”.
Nuestros nuevos “hombres elefantes” se han transformado en modelos pechugonas con cuestionables capacidades intelectuales, objeto de portadas y altisonantes titulares. No se quedan atrás artistas y políticos que por sus escandalosas circunstancias vivenciales, se exponen al escarnio público, alentado por la cosa mediática.
La modesta puesta escénica cuenta además con las actuaciones de Eric Gerena, David Esperón, Evangelina Jiménez y Edgardo Rosario, quienes abordan varios personajes. Debemos resaltar la labor de la joven Jiménez, que supo tratar con gracia y aplomo cada una de sus tres interpretaciones.
La ficha técnica la completan Moncho Conde y Luis Oliva con el diseño y confección de la escenografía, elaboración de la máscara por el mismo Conde y las luces de Iván Rodríguez.
El drama que viven las personas con limitaciones físicas, deformidades anatómicas o apariencias que se salen de “la regla” es una realidad deshumanizante. Hoy día el mundo del entretenimiento se lucra con peleas de enanos, comedias de gordos y noticiarios “de impacto” que reportan gente con tres piernas o dos cabezas.
El conocido drama de Bernard Pomerance “El Hombre Elefante” es la nueva oferta del Teatro Diplo que ubica en la ciudad universitaria de Rio Piedras y que presenciamos la pasada semana.
El interés de miembros de la comunidad científica en estudiar el caso de ‘Joseph Merick’(Moncho Conde), quien con su padecimiento vivía una vida de sufrimiento, pretende devolverle un poco de dignidad a su existencia. . “Merick” llegó a ser exhibido como una frívola atracción de circo. Más allá de mostrar sus capacidades intelectuales, el llamado “Hombre Elefante” ansiaba revelar su lado más humano; el afectivo.
“¡Soy un ser humano!” es el reclamo que con dolor hace el personaje central de la versión del drama traducido con efectividad por Waldo Torres y dirigido por Luis Oliva. Este grito de humanidad es el llamado que trasciende a nuestros días, en que los medios masivos se valen de las debilidades humanas para presentarnos los viciados “reality shows”.
Nuestros nuevos “hombres elefantes” se han transformado en modelos pechugonas con cuestionables capacidades intelectuales, objeto de portadas y altisonantes titulares. No se quedan atrás artistas y políticos que por sus escandalosas circunstancias vivenciales, se exponen al escarnio público, alentado por la cosa mediática.
La modesta puesta escénica cuenta además con las actuaciones de Eric Gerena, David Esperón, Evangelina Jiménez y Edgardo Rosario, quienes abordan varios personajes. Debemos resaltar la labor de la joven Jiménez, que supo tratar con gracia y aplomo cada una de sus tres interpretaciones.
La ficha técnica la completan Moncho Conde y Luis Oliva con el diseño y confección de la escenografía, elaboración de la máscara por el mismo Conde y las luces de Iván Rodríguez.
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