Por Javier del Valle
Especial para El Vocero
Ante el estreno de “Iraq en mí”, el absurdo de la guerra, el terrorismo, el genocidio, la angustia y los valores patrios se encuentran en escena de manera cruda y directa. La tragedia sicológica del dramaturgo mayagüezano Roberto Ramos Perea, que del 25 de enero al 3 de febrero se presentó en el Ateneo Puertorriqueño, se suma a la reflexión sobre el tema bélico en la dramaturgia nacional.
Junto a “E Pluribus Unum” de Carlos Acevedo y “Derecho a morir” de José Luís Ramos Escobar, “Iraq en mí” cuestiona la legitimidad de la invasión estadounidense al sufrido país, e intenta reevaluar el concepto “terrorismo” tan difundido por la belicosa propaganda.
El texto de Ramos Perea relata la historia de dos soldados puertorriqueños que recién llegan de servir a las fuerzas invasoras estadounidenses en las calles de Iraq. El horror vivido en el frente de batalla deja terribles huellas en ambos combatientes, convirtiendo sus vidas en guiñapos humanos. Cada uno mira desde perspectivas distintas para justificar o enterrar lo que allí experimentaron. El matiz ideológico define sus posturas cuestionando la fuente del terrorismo. Ambos arrastran el infierno de la guerra y lo traen consigo como huella indeleble que les carcome y pudre para siempre.
El tono del autor es frontal, violento, antiamericano y de gran crudeza. La obra marca paralelismos entre el pueblo iraquí y la situación colonial de Puerto Rico. En momentos se torna reiterativo sin mayor necesidad, pues la exposición es más que diáfana.
El grupo de actores compuesto por Luís Javier López, Ricardo Santiago, Giselle Cortés, Noemí Negrón, Ricardo Magriñá, Eddie Fuentes y Yamila Cruz, estuvo dirigido por Edgard Quiles. El director abona al carácter violento del escrito con tonos altisonantes, música, imágenes y ambientación colmadas de agresividad, como intentando hacer sentir al público recipiente de la embestida militar.
Las luces estuvieron a cargo de Verónica Rubio, sonido de Julian Ramos Trabal, utileria de Ivelisse Pérez y Ruth Figueroa, vestuario y producción de Giselle Cortés y la regiduría de escena de Olga Vega.
Ante el estreno de “Iraq en mí”, el absurdo de la guerra, el terrorismo, el genocidio, la angustia y los valores patrios se encuentran en escena de manera cruda y directa. La tragedia sicológica del dramaturgo mayagüezano Roberto Ramos Perea, que del 25 de enero al 3 de febrero se presentó en el Ateneo Puertorriqueño, se suma a la reflexión sobre el tema bélico en la dramaturgia nacional.
Junto a “E Pluribus Unum” de Carlos Acevedo y “Derecho a morir” de José Luís Ramos Escobar, “Iraq en mí” cuestiona la legitimidad de la invasión estadounidense al sufrido país, e intenta reevaluar el concepto “terrorismo” tan difundido por la belicosa propaganda.
El texto de Ramos Perea relata la historia de dos soldados puertorriqueños que recién llegan de servir a las fuerzas invasoras estadounidenses en las calles de Iraq. El horror vivido en el frente de batalla deja terribles huellas en ambos combatientes, convirtiendo sus vidas en guiñapos humanos. Cada uno mira desde perspectivas distintas para justificar o enterrar lo que allí experimentaron. El matiz ideológico define sus posturas cuestionando la fuente del terrorismo. Ambos arrastran el infierno de la guerra y lo traen consigo como huella indeleble que les carcome y pudre para siempre.
El tono del autor es frontal, violento, antiamericano y de gran crudeza. La obra marca paralelismos entre el pueblo iraquí y la situación colonial de Puerto Rico. En momentos se torna reiterativo sin mayor necesidad, pues la exposición es más que diáfana.
El grupo de actores compuesto por Luís Javier López, Ricardo Santiago, Giselle Cortés, Noemí Negrón, Ricardo Magriñá, Eddie Fuentes y Yamila Cruz, estuvo dirigido por Edgard Quiles. El director abona al carácter violento del escrito con tonos altisonantes, música, imágenes y ambientación colmadas de agresividad, como intentando hacer sentir al público recipiente de la embestida militar.
Las luces estuvieron a cargo de Verónica Rubio, sonido de Julian Ramos Trabal, utileria de Ivelisse Pérez y Ruth Figueroa, vestuario y producción de Giselle Cortés y la regiduría de escena de Olga Vega.
1 comentario:
CADA VEZ QUE VEO UN PROYECTO DE ROBERTO ME DOY CUENTA QUE ES DEMASIADO REITERATIVO, ES COMO SINO SE CANSARA DE AUTOESCUCHARSE, COMO SI EL ESPECTADOR FUERA MORóN. Y SUS TEXTOS USAN DEMASIADOS ESPACIOS COMUNES DENTRO DE SUS MISMOS TEXTOS Y ESTO HACE QUE LA OBRA SEA PREDECIBLE Y ABURRIDA. POR EJEMPLO: SIEMPRE MARIO ESTA BUSCANDO UNA VERDAD QUE ENCUENTRA, LA MUJER QE VE VICIONES, LA VIOLACION EN UNA MESA, EL EXCESO DE DRAMATISMO Y DE RUIDOS FUERTES. TODOS SABEMOS QUE ROBERTO ES UN GRAN DRAMATURGO PERO ES UNA PENA QUE EN LOS ULTIMOS AñOS ESTE EN UN PROCESO DE ESTANCAMIENTO Y DE ESTAR PLANFETIANDO.
ATT
JUAN REYES
MAESTRO DE TEATRO
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