LA MAMA DE DAVID (crítica)

Johanna Rosaly y Guissepe Vázquez en la obra

"La mamá de David". (Foto de EL VOCERO/Quique Aparicio)

"La mamá de David": excelencia en escena
Por: Javier del Valle

Especial para EL VOCERO (1 de octubre de 2007)

¡Cuanta hermosura puede partir de una experiencia de dolor, frustración e inmenso amor! El sacrificio al que se ven sometidos los padres y familiares de personas con alguna necesidad de atención especial nos conmueve e invita a la reflexión.

La fantasía de un texto teatral nos acaba de golpear contra el muro de la realidad de los que viven en un mundo de encierro y desesperanza. El más acertado estreno teatral de los últimos años en nuestra escena nacional, sobrepasa la sensiblería y sentimentalismo gratuito al que nos acostumbran las tontas telenovelas.

"La mamá de David" de Bob Randall es un llamado de solidaridad, comprensión y esperanza para todos. La pieza teatral, que desde el pasado viernes ocupa la Sala de Drama René Marqués del Centro de Bellas Artes de Santurce, es un acto de generosidad intelectual y humana del autor.

Una madre (Johanna Rosaly) lo ha entregado todo por ‘David’ (Guissepe Vázquez), su hijo autista. ‘Sally’ ha sacrificado familia, trabajo y vida sentimental por velar de cerca el bienestar de su hijo menor. En su camino se encuentra con voces comprensivas, críticas, ignorantes, indiferentes y hasta recriminatorias. Su afán por luchar con tesón ante la condición severa del adolescente la ha tornado amarga, egoísta, descuidada y posesiva. Un macabro sentido del humor le aleja de quienes le quieren.

El extraordinario texto escudriña cada ángulo de la personalidad de este ser tan amado por su hermana ‘Bea’ (Cristina Soler) y acosado por ‘Gladys’ (Suzzette Bacó), la trabajadora social. Los seres más cercanos deben competir por un lugar ocupado en su totalidad por ‘David’. Este es el caso del esposo (Braulio Castillo), la hija (Yezmín Luzzed) y el pretendiente (René Monclova).

Johanna Rosaly supera su esplendor sobre el escenario, justo cuando celebra 50 años de carrera. Su interpretación de la sacrificada madre le permite mostrar todas sus dotes de actriz madura que no deja escapar el menor de los matices, pausas, miradas, silencios, risas, desplazamientos escénicos... Su genialidad interpretativa atrapó al público en una especie de montaña rusa emocional, pocas veces vista. Podemos distinguir su actuación con el difícil y prohibido calificativo de impresionante.

Guissepe Vázquez borda con estudiado respeto y cuidado el comportamiento físico y emocional de un jovencito con retardación mental y autismo. La entereza de su desempeño le ganó un cerrado aplauso cargado de agradecimiento por parte de la audiencia y de sus compañeros de escena. Vale destacar la frescura y verdad en el trabajo de Cristina Soler. Bacó, Castillo, Luzzed y Monclova se lucenn con igual veteranía y calidad. ¡Bravo por este elenco de primera fila!

Este montaje de Gilberto Valenzuela es uno de los más celebrados que le hemos presenciado. Un público agradecido y emocionado aprobaba con su ovación un trabajo de dirección redondo, inteligente y sensible. Le ayuda sobremanera la estupenda adaptación de la misma Rosaly.

Las luces de Héctor Negrón contribuyen de manera especial para resaltar el drama interno de la protagonista. La excelente ambientación de Jesús Lugo resulta tan deprimente como debía ser, además de la utilería junto a Cristina Sesto, cuidando carencias y excesos. El vestuario es coordinado por Alba Kercadó mientras Rafael Varela se encarga del maquillaje y peinados.

Este esfuerzo de los productores Julia Serena Monzón, Lorna Otero y Lino Hernández para Producciones Tamima debe tratar de alcanzar la mayor cantidad de público posible por sus altos valores y calidad. No se la pierda el próximo fin de semana en el CBA de Santurce.