TEATRO INFANTIL DE ACERTADA FACTURA
Por Javier del Valle
Por Javier del Valle
Especial para Escenario (publicado el 9 de octubre 2007)
Colorido, música alegre y simple, además de la frescura de una trama lógica e inteligente, podrían ser buenos elementos para la elaboración de una obra de teatro infantil. Si a esto se le añade respeto por el público a quien va dirigido el espectáculo, un buen saldo es previsible.
La pasada semana se presentó la pieza teatral “Los músicos de Bremen”, un hermoso musical lleno de matices y pegajosas canciones para el deleite de los más chicos. Cientos de pequeñines, entre los cuatro y los seis añitos, vitoreaban y reían con expresiones de aprobación al grupo de actores que dieron vida al célebre cuento de los Hermanos Grimm.
El Centro de Bellas Artes Alejandro “Junior” Cruz de Guaynabo se convirtió en una enorme guardería en la que la risa, los gritos y los aplausos atestiguaron la efectividad del montaje de Teatro Caribeño, dirigido y adaptado por Joselo Arroyo.
Un burro (Edwin Ocasio), un perro (Joselo Arroyo), una gata (Magdaly Cruz) y un gallo (José Santos Ferrer) pierden la utilidad que solían tener ante sus dueños, tornándose en estorbos. El burro dirige sus pasos hacia Bremen, de donde es oriundo, con el fin de unirse a un famoso grupo musical, lo que le dará alegría a su espíritu. En su recorrido se encuentra poco a poco a cada animalito, creando grandes lazos de amistad, solidaridad y esperanza. Luego de poner en su sitio a un par de pillastres (Giussepe Vázquez y Madelyn Ortiz), que acosaban a los camineros, muestran del valor del trabajo en equipo. Juntos luchan contra el discrimen hacia la vejez, lo que se convierte en tema central de esta comedia musical infantil.
El colorido de los vestuarios alegremente diseñados por Gloria Saez, junto a la práctica escenografía de Jorge Ramírez y el mismo Arroyo, acentuaron el ambiente de ilustración infantil que esperamos de este tipo de literatura. La utilería de Gregorio Barreto se distingue de igual modo. Tal vez los maquillajes del experimentado Bryan Villarini debieron exagerar un tanto los contrastes de luz y sombra, pues el teatro de Guaynabo es enorme, provocando que la mitad de los niños se pierde entre detalles.
La música de José ‘Chenan’ Martínez mantuvo los niveles de adrenalina de los chiquillos en un nivel óptimo, al igual que los bailes coreografiados por Raúl de la Paz.
Así como no es fácil llenar una sala tan grande de estudiantes, tampoco es fácil captar la atención de chiquitos que no han podido acomodarse por razones de planificación de maestros o de quienes manejan estos teatros. Asuntos de logística en el acomodo, no deben interferir con la ilusión de los nenes y nenas que están a la merced de la impuntualidad o incapacidad de adultos.
Nos hubiera gustado ver un poco mas de las habilidades como músicos del grupo de animalitos compuesto por la gata “Genoveva”, el burro “Bartolomé”, el perro “Patricio” y el gallo “Germán”.
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