“Un número” de admirables ejecuciones actorales
Por: Javier del Valle
Especial para EL VOCERO (6 de diciembre de 2007)
Lo que no sirve se repara, se cambia o se tira a la basura. Reparar o remplazar un objeto dañado puede ser una acción algo simple, aunque en ocasiones podría resultar costoso. No podemos referirnos en los mismos términos cuando se trata de la vida humana. No todo es sustituible.
“Un número” de la escritora británica Caryl Churchill, toca con embeleso el tema de la clonación humana. El drama dirigido por Miguel Diffoot se presentó el pasado fin de semana en el Teatro Victoria Espinosa en Santurce, cuando se aproxima la conclusión del Festival de Teatro Internacional del Instituto de Cultura Puertorriqueña.
La pieza escrita en el año 2002 intenta una reflexión sobre el tema de la clonación humana. Un joven se entera de que existen réplicas genéticamente idénticas a él, lo le lleva a cuestionar a su padre sobre su conocimiento y participación en el asunto. Más allá de lo anecdótico, el escrito se adentra en un cuestionamiento sobre la identidad. Churchill no se regodea en las virtudes o peligros de la ingeniería genética.
¿Nos convertirá la sociedad futura en “un número” más, o ya lo somos? ¿Tenemos control sobre nuestra humanidad heredada, o el medio ambiente nos controla y condiciona? Miles de cuestionamientos surgen cuando se enfrentan la determinación genética y el efecto del entorno sociológico y psicológico.
El argumento se centra en la historia de “Salter” (Carlos Miranda), un padre que decide intentar una réplica de “Bernard” (Carlos Rivera Marchand), su hijo perdido. Se pone sobre la mesa el debate filosófico sobre la paternidad y sus opciones. ¿Es posible un borrón y cuenta nueva al tratar de forjar la personalidad de una copia humana? La autora al parecer pretende una nueva dimensión de un existencialismo “ultra posmoderno”.
Un gran acierto de este montaje es la dirección pausada y consiente de Diffoot, quien se estrena con éxito como director. Resalta con gran destreza la humanidad de unos personajes sumidos en la oscuridad psicológica. Largas pausas, reflexiones y silencios que regularmente atentarían contra la teatralidad, encuentran justificación en manos del novel director.
Ambos actores consiguen admirables ejecuciones de sus personajes. Miranda enfrenta al padre de modo metódico y taimado ante cada palabra y cada acción. Lució una interpretación madura y muy llena de verdad.
El joven Carlos Rivera aborda tres personajes con marcada diferenciación. Muestra sus dotes con extraordinaria destreza, logrando un justo mano a mano con su veterano compañero de escena.
Para este montaje de Anilom, Inc. colaboran además: Mariel Acevedo con la iluminación, Lourdes López con el vestuario, Miguel Diffoot con la musicalización y Omar Torres como escenógrafo y productor general.
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