Profunda tragicomedia conyugal
Por: Javier del Valle
Especial para EL VOCERO
(publicada el 3 de septiembre en Escenario Extra)
La vida matrimonial es un lugar común en la literatura dramática. Exceso de desavenencias, fracasos, reclamos, intrigas e infidelidades marcan regularmente la línea argumental. Las satisfacciones, logros, triunfos y ganancias no son temas principales, debido a su debilidad dramática.
El celebrado autor francés, Eric Emmanuel Schmitt, recorre por todos los ángulos de la relación marital, para mostrarnos un trabajo perspicaz en “Pequeños crímenes conyugales”, traducido del francés por Juan José de Arteche.
El nutrido público que llenó el pasado sábado la Sala René Marqués del Centro de Bellas Artes Luís A. Ferré en Santurce, fue víctima de las traviesas intensiones del autor. Parecía como si el autor se riera del la candidez del público, al presentar constantemente sagaces giros a la trama.
“Alejandro”‚ (Daniel Lugo) sufre de amnesia luego de un confuso accidente. Al regreso del hospital junto a su esposa, con quien lleva veintidós años de casado, se adentra en una madeja de preguntas para intentar redescubrirse dentro de la realidad conyugal. ¿Soy quien dice que soy? ¿Es ella quien dice ser? ¿Es nuestra relación un paraíso, o un infierno?
“Carla”‚ (Cordelia González) por su parte, intenta reconstruir los recuerdos del marido que tiene, y también del que desearía. La constante confrontación entre las partes, da nuevos rumbos a la historia, haciendo de la comedia rica en suspenso. Los personajes se transforman y como camaleones, se convierten en otra cosa distinta a la que se nos presenta en primer plano.
Schmitt nos regala un trabajo inteligente al alcance de todo público.
Daniel Lugo y Cordelia González logran una vez más presentar un trabajo compenetrado y cautivador. Aunque las primeras escenas requerían de un ritmo moderado, los actores se escuchaban dichos y neutrales. Poco a poco fueron entrando en el calor que convirtió la velada en un festín actoral.
Lugo demostró sangre fría con su dominio de las sutilezas en los tonos y gestos. Se mostró agudo y certero, como suele hacer. Cordelia fue taimada, logrando un sube y baja de emociones en el espectador. Barajó en una misma mano la sensualidad, la candidez, la perversidad, el odio y la frustración. Ambos dignos de recordación.
Gilberto Valenzuela dirige con maña a los veteranos histriones, presentando un trabajo redondo y meticuloso.
Tanto la escenografía de Valenzuela como la ambientación de Jesús Lugo añadieron la realidad y precisión a las exigencias de la puesta. Unas botas rojas utilizadas por el protagonista, distrajeron durante toda la acción de Lugo. El vestuario debe responder a una sicología y sociología del personaje, asunto que pareció pasar por alto el diseñador y coordinador Ed Coreano.
El maquillaje y la peluquería estuvieron en manos de Pilar Rosado, las luces de Héctor Negrón, producción general de Julia Monzón y la regiduría de Emineh de Lourdes.
“Pequeños crímenes conyugales” rompe con el estereotipo del drama matrimonial yendo a la profunda esencia de la agridulce realidad del matrimonio.
Por: Javier del Valle
Especial para EL VOCERO
(publicada el 3 de septiembre en Escenario Extra)
La vida matrimonial es un lugar común en la literatura dramática. Exceso de desavenencias, fracasos, reclamos, intrigas e infidelidades marcan regularmente la línea argumental. Las satisfacciones, logros, triunfos y ganancias no son temas principales, debido a su debilidad dramática.
El celebrado autor francés, Eric Emmanuel Schmitt, recorre por todos los ángulos de la relación marital, para mostrarnos un trabajo perspicaz en “Pequeños crímenes conyugales”, traducido del francés por Juan José de Arteche.
El nutrido público que llenó el pasado sábado la Sala René Marqués del Centro de Bellas Artes Luís A. Ferré en Santurce, fue víctima de las traviesas intensiones del autor. Parecía como si el autor se riera del la candidez del público, al presentar constantemente sagaces giros a la trama.
“Alejandro”‚ (Daniel Lugo) sufre de amnesia luego de un confuso accidente. Al regreso del hospital junto a su esposa, con quien lleva veintidós años de casado, se adentra en una madeja de preguntas para intentar redescubrirse dentro de la realidad conyugal. ¿Soy quien dice que soy? ¿Es ella quien dice ser? ¿Es nuestra relación un paraíso, o un infierno?
“Carla”‚ (Cordelia González) por su parte, intenta reconstruir los recuerdos del marido que tiene, y también del que desearía. La constante confrontación entre las partes, da nuevos rumbos a la historia, haciendo de la comedia rica en suspenso. Los personajes se transforman y como camaleones, se convierten en otra cosa distinta a la que se nos presenta en primer plano.
Schmitt nos regala un trabajo inteligente al alcance de todo público.
Daniel Lugo y Cordelia González logran una vez más presentar un trabajo compenetrado y cautivador. Aunque las primeras escenas requerían de un ritmo moderado, los actores se escuchaban dichos y neutrales. Poco a poco fueron entrando en el calor que convirtió la velada en un festín actoral.
Lugo demostró sangre fría con su dominio de las sutilezas en los tonos y gestos. Se mostró agudo y certero, como suele hacer. Cordelia fue taimada, logrando un sube y baja de emociones en el espectador. Barajó en una misma mano la sensualidad, la candidez, la perversidad, el odio y la frustración. Ambos dignos de recordación.
Gilberto Valenzuela dirige con maña a los veteranos histriones, presentando un trabajo redondo y meticuloso.
Tanto la escenografía de Valenzuela como la ambientación de Jesús Lugo añadieron la realidad y precisión a las exigencias de la puesta. Unas botas rojas utilizadas por el protagonista, distrajeron durante toda la acción de Lugo. El vestuario debe responder a una sicología y sociología del personaje, asunto que pareció pasar por alto el diseñador y coordinador Ed Coreano.
El maquillaje y la peluquería estuvieron en manos de Pilar Rosado, las luces de Héctor Negrón, producción general de Julia Monzón y la regiduría de Emineh de Lourdes.
“Pequeños crímenes conyugales” rompe con el estereotipo del drama matrimonial yendo a la profunda esencia de la agridulce realidad del matrimonio.
La pieza continúa presentándose en el Centro de Bellas Artes de Santurce.
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